Poems

A Tórtola

Tiene al andar la gracia del felino,

es toda llena de profundos ecos,

anuncian sus corales y sus flecos

un sueño oriental de lo divino.

 

Los ojos negros, cálidos, astutos,

triste de ciencia antigua la sonrisa,

y la falda de flores una brisa

de índicos y sagrados institutos.

 

Cortó su mano en un jardín de Oriente

una manzana del árbol prohibido

y enroscada a sus senos la serpiente

devora la lujuria de un sentido sagrado

 

Mientras, en la tiniebla transparente

de sus ojos, la luz pone un silbido.

 

Ramón Valle-Inclán, 1922

Iba en un paso rítmico y felino
a avances dulces,

ágiles o rudos,

con algo de animal y de felino…

La bailarina de los pies desnudos
Su falda era la falda de las rosas,

en sus pechos había dos escudos…

constelada de casos y de cosas…

La bailarina de los pies desnudos.
Bajaban mil deleites de los senos

hacia la perla hundida del ombligo,

e iniciaban propósitos obscenos

azúcar de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos…

¡Y era toda Selene y Anactoria

la bailarina de los pies desnudos!

Ruben Darío, 19

Un fuego de rubíes todo tu cuerpo inflama

diríase que sangre te corre por sudor…

La pasión de tus ojos ha encendido su llama

y toda tú te abrazas en un fuego de amor…

Si Salomé volviese de los infiernos rojos

(donde es flor de las llamas su ardiente corazón)

al sentir en sus ojos el fuego de tus ojos

diría que el infierno está en tu corazón.

 

Y luego, cuando viese tu danza de los velos

sentiría el tormento del fuego de los celos

y en vez de la sangrienta cabeza de Johanan

¡Pediría tu alma al Tetrarca Satán!

 

R. Gómez de la Serna, 1925

Fábula Dística

A Tórtola Valencia

No merecías las loas vulgares
que te han escrito los peninsulares.

Acreedora de prosas cual doblones
y del patricio verso de Lugones.

En el morado foro episcopal
eres el Árbol del bien y del mal.

Piensan las señoritas al mirarte:
con virtud no se va a ninguna parte.

Monseñor, encargado de la Mitra,
apostató con la Danza de Anitra.

Foscos mílites revolucionarios
truecan espadas por escapularios,

aletargándose en la melodía
de tu imperecedera teogonía.

Tu filarmónico Danubio baña
el colgante jardín de la patraña.

La estolidez enreda sus hablillas
cabe tus pitagóricas rodillas.

En el horror voluble del incienso
se momifica tu rostro suspenso,

mas de la momia empieza a transcender
sanguinolento aviso de mujer.

Y vives la única vida segura:
la de Eva montada en la razón pura.

Tu rotación de ménade aniquila
la zurda ciencia, que cabe en tu axila.

En la honda noche del enigma ingrato
se enciende, como un iris, tu boato.

Te riegas cálida, como los vinos,
sobre los extraviados peregrinos.

La pobre carne, frente a ti, se alza
como brincó de los dedos divinos:
religiosa, frenética y descalza.

Ramon Lopez Velarde

Las manos de Tórtola 

 

Tus manos son cual dos palomas blancas

de tu hermosura en el radiante cielo

porque el poder de tus miradas francas

las detuvo en su vuelo.

 

 Senderos son de gloria

tus dos brazos

y son tus manos

mágicas y bellas,

de esas dos cintas de sutiles lazos

dos broches de estrellas.

 

Son terribles, sagradas y piadosas:

con tus uñas clavadas en mi cuello

moriría, creyendo que dos rosas

con sus espinas fieras y celosas

señalaban mi muerte con el sello

de las muertes gloriosas.

 

Pío Baroja, 1914

En el centro de un círculo sonoro

de vítores, erótica sonríes

mientras repican crótalos de oro

tus dedos enjoyados de rubíes.


Teje lúbricas danzas tu ligera

Planta sobre el damasco de la alfombra,

Y proyecta la negra cabellera

Sobre tus hombros un temblor de

sombra.

 

Francisco Villaespesa